Hay palabras que con el tiempo pierden su esencia. Capo y pastor son dos de ellas.
Ambas nacieron con un propósito real, con una raíz comunitaria, pero hoy se usan para disfrazar poder, manipulación y negocio. Lo que antes era protección o guía, hoy es espectáculo y control.
Aunque han existido clanes y organizaciones criminales en muchas culturas, la mafia siciliana (Cosa Nostra) es la más conocida porque su estructura marcó el modelo clásico que luego se expandió a EE. UU. y al mundo. No se trata de atacar a una región, sino de señalar cómo su forma de organización se convirtió en símbolo universal de lo que llamamos “mafia”.
El capo de antes vs. el capo de hoy
El capo original era jefe de escuadrón, un hombre que organizaba, protegía y respondía por su gente.
- Nació como resistencia ante gobiernos corruptos o ausentes.
- Recaudaba tributo, sí, pero también repartía justicia rápida donde la ley no llegaba.
- Su autoridad venía de la lealtad: cuidaba a su barrio, y el barrio lo respetaba.
El capo moderno muchas veces no protege nada.
- Vive de explotar al mismo barrio que dice representar.
- Cobra “protección” extorsionando a los suyos.
- Su respeto se basa en el miedo, no en la lealtad.
- Se enriquece con adicciones y luego desprecia al adicto.
Lo que nació como defensa contra la injusticia terminó siendo otra forma de opresión.
El capo dejó de ser guardián y se volvió verdugo.
El pastor de antes vs. el pastor de hoy
El pastor original (en su raíz bíblica y comunitaria) era literalmente eso: un cuidador de ovejas, un guía.
- Velaba por los frágiles, buscaba a la perdida, curaba heridas.
- No se enriquecía con el rebaño, vivía con ellos.
- Su autoridad venía del ejemplo, no de la imposición.
El pastor moderno muchas veces cambió el cayado por el micrófono y la cuenta bancaria.
- Se erige como figura intocable, más celebridad que guía.
- Usa el púlpito como escenario y la fe como negocio.
- Se alimenta del rebaño, pero llama “escoria” al que duda o se desvía.
- Predica humildad mientras vive en abundancia inalcanzable para los suyos.
Lo que empezó como un rol de cuidado terminó como un rol de espectáculo y poder.
El pastor dejó de ser guía y se volvió empresario de almas.
La verdad simple
El capo y el pastor empezaron como símbolos de protección. Hoy, en muchos casos, son símbolos de manipulación.
Uno protege con violencia, otro con versículos; pero ambos exigen tributo, ambos se alimentan del miedo,
ambos olvidaron la raíz: la gente que decía
Llámalo capo, llámalo pastor… al final la mordida es la misma.
¿Vas a seguir acariciando al perro, o vas a soltar la correa?
