La vida no es un camino de flores.
Es un campo minado: sueños que chispean, tormentas que revientan, desafíos que te muerden los tobillos.
Y sin embargo… sigo creyendo en ese mundo de flores, paz y amor.
Un mundo posible, aunque el de afuera sea cruel.
La pregunta es simple: ¿en dónde te encuentras hoy?
¿Estás haciendo planes, dibujando castillos en el aire y diciéndote “algún día”?
¿O ya estás en medio de la faena, con las manos sucias, tratando de que lo soñado se vuelva carne?
¿O tal vez lograste algo, y lo miras frente a ti como un animal que respira por sí solo?
Puede que estés desafiándote, probando que lo imposible para otros es apenas tu punto de partida.
O puede que estés hundido en pleno obstáculo, en esa tormenta donde todo es oscuridad.
Pero escucha: la tormenta también es maestra.
A veces te rompe solo para mostrarte de qué estás hecho.
A veces te abre una ventana hacia una perspectiva que jamás hubieras visto bajo el sol.
Sea alegría o tristeza, triunfo o ruina, luz o sombra… siempre hay un refugio: las palabras.
No las que repiten los demás, sino las que resuenan contigo en lo más profundo.
En mi caso fue la Biblia —sí, lo digo sin sermón ni púlpito—.
Ahí encontré más de una vez la frase exacta para sobrevivir a un momento insoportable.
No te voy a predicar.
Solo esto: hay palabras que son refugio y otras que son daga, pero ambas te recuerdan que sigues vivo.
Entonces dime… ¿en dónde te encuentras hoy?
¡La paz entre a tu vida y te acompañe siempre!
