Cuando todo apesta,
no hay incienso que salve,
ni mantra que abrace
esta peste que arde.
El café sabe a tierra,
la música raspa,
y hasta el viento murmura
con desgana y con rabia.
Las risas ajenas
suenan a escarnio,
el espejo no miente:
me mira con asco.
Hay días así,
en que el alma se pudre,
como pan en la bolsa
que nadie descubre.
Y uno respira…
por puro instinto,
porque apagar el pecho
sería más limpio.
Pero aquí sigo,
con el hedor en la frente,
porque hasta lo que apesta
algún día se enfrente.
A vs A
