Dicen que los sueños se quiebran en la espera,
que el viento los dobla como ramas cansadas,
pero no saben…
que algunas raíces aprenden a abrazar la tormenta.
He sangrado en piedras que no cedían,
he hablado con silencios que no respondían,
he cargado mi esperanza como cruz,
pero también como bandera.
Los días grises no matan los sueños,
solo los vuelven tercos.
Los obligan a aprender a gatear
cuando ya sabían volar.
Y aunque el horizonte a veces no contesta,
yo sigo…
porque toda cumbre que duele,
tarde o temprano — florece.
Autor Desconocido
